by Natalie K
Hola, me llamo Natalie y hoy estoy acá contándoles la historia sobre la búsqueda de mi identidad. Cuando la gente que me rodea, cercana o lejana se entera de que soy adoptada y del documental que se filmó desde que activamente empecé a buscar mis raíces, lo que sigue siempre es una serie de preguntas. Estas preguntas las vengo respondiendo desde hace años. Ahora que se terminó de filmar el documental decidí hacer este podcast respondiendo cada una de ellas . Cada episodio es una respuesta a una pregunta.
Language
🇪🇸
Publishing Since
5/13/2023
Email Addresses
1 available
Phone Numbers
0 available
February 16, 2025
<p>Acercarme directamente a la fuente de información sobre mi adopción ilegal hubiese sido probablemente lo más lógico y sensato en toda esta búsqueda. Al fin y al cabo yo sabía quienes eran, o al menos quién era la persona que le informó a mi mamá de mi existencia. De hecho, uno de mis mejores amigos en Suecia, argentino, hijo de exiliados de la dictadura militar, me dio la idea, pero yo nunca me animé hasta mayo del 2018. Y voy a pasar a explicar porqué. Mi mamá y mi papá, tal como lo conté antes, se oponían a mi búsqueda. El hecho de que yo fuera a preguntarle a quién era su amiga, si sabía algo más sobre mi adopción los llenaba de terror y vergüenza. “No se te ocurra molestarla!” me decían. Yo, la verdad, sentía lo mismo. Aunque suene ridículo, aunque yo tuviera derecho a mi historia, el hecho de tener que ir a tocarle la puerta a alguien y preguntar que sabían sobre mi historia, me aterraba. Sobre todo porque todos, absolutamente todos, a partir del 2003 asumíamos que yo era hija de desaparecidos. Eso quería decir que mi búsqueda implicaría que esta persona de alguna forma estaba involucrada en un crimen de lesahumanidad. Y ya sé, un crimen es un crimen y los culpables son culpables y punto, pero para mí no era tan fácil. Será mi síndrome de Estocolmo constante, mi codependencia, mi negación, mi miedo al rechazo, a que la gente se enoje conmigo, mi miedo al conflicto, mi vergüenza, mi mala autoestima o una combinación de todo eso, que no podía encontrar la fuerza dentro mío de tomar el paso y hacerlo. Hasta que el resultado de ADN de Abuelas de Plaza de Mayo dio negativo, y ese camino se cerró. Si yo soy hija de desaparecidos, nunca lo vamos a poder comprobar. Después de que Simon y mi pareja de ese momento me convencieron de seguir la búsqueda a pesar de que había sido negativo el resultado de Abuelas, la búsqueda tenía que tomar un nuevo camino. Por un lado era acercarse a la oficina de Derechos Humanos y Mercedes Yañez, y por otro lado era ir a la fuente, a los testigos que realmente sabían qué había pasado ese agosto del 1977, cuando mi familia me fue a buscar a lo de el doctor Bartucca. Me tomó mucho, pero mucho coraje primero contactar a la hija de la señora que por una cuestión de anonimidad la voy a llamar Marta. La hija de Marta había sido compañera de colegio de mi hermano, y siempre que me la encontré había sido tan amable conmigo. Le escribí preguntando si le parecía bien que la contactase a su mamá y le preguntase sobre mi adopción. Me dijo que sí y me pasó el contacto de su mamá. Así que ese mayo del 2018, en uno de los viajes que hicimos para continuar mi búsqueda, junté todo el coraje que tenía y fui a visitar a Marta y a su marido en su departamento en Palermo, Buenos Aires. Yo estaba aterrada, sin saber qué era lo que me esperaría. Después de tanto tiempo, tanta expectativa, de haber vivido con una narrativa de cómo todo fue al comienzo de mi vida, que verdad surgiría?</p><p>Me recibieron por supuesto con toda la calidez y amabilidad del mundo. Hacía tanto que no me veían! Al fin y al cabo, esta pareja siempre me tuvo en mente. Nuestros destinos se cruzaron de la forma más extraña, generando un lazo innegable. Primero hablamos de cómo llevo la vida en Suecia, de cómo me manejo con el frío y la oscuridad, si sobrevivo haciendo música, si me casé y tengo hijos…bueno, lo usual. Sentí realmente que me habían estado esperando. Después de un rato de tomar el café y comer sándwiches de miga, esos que tanto me gustan, y tanto extraño desde que me mudé a Estocolmo, Marta le dijo al esposo que íbamos a ir al living ella y yo a hablar. Él no estaba incluido en la conversación. “Interesante” pensé, porque todos esos años anteriores, yo estaba segura de que era el esposo, quién vi vestido de uniforme en la boda de su hija, ese hecho que inició todo esto, quién era el protagonista principal de esta historia. Pero aparentemente, no era así. Al menos no era el protagonista de la historia que Marta durante tantos años protegió en su memoria, esperando que algún día yo fuese a tocarle la puerta. Ella, más que nadie, muchísimo más que mi propia familia, me dejó en claro lo importante de la verdad y la memoria. Será por eso que la guardó con tanto cuidado?</p><p>Esta es la historia que me contó ese día que la fui a visitar:</p><p>En agosto del 1977, el hermano de Marta quién en ese entonces era transportista de camiones, se encontraba manejando su ruta que iba de Buenos Aires a Ushuaia (un tramo de poco más de 3000 kilómetros) cuando recibe la noticia de que su esposa embarazada de seis meses se encuentra internada en el hospital. El hermano de Marta, a quién elijo llamar Ralf para preservar su anonimato, se toma el primer vuelo a Buenos Aires para estar junto a su esposa, a quién le hacen cesárea de urgencia. Pero lamentablemente el bebé no sobrevive. Resulta que ella había tenido dolores intensos durante tres días, debido a un intestino perforado, lo cuál los médicos no detectaron. El bebé en ese tiempo llegó a intoxicarse y no lo sobrevivió. La familia, como era de esperarse quedó destrozada, y en eso, la tía de Marta, quién era la cuñada de su mamá y madrina de Ralf, se comunica con él, diciendo que hay una beba en adopción, y dado que él recién había perdido una, si no quería ir a buscarla. Ralf, quién recién había perdido a su hija y cuya mujer ahora se encontraba en terapia intensiva, con un intestino gangrenado y luchando por su vida; como cualquier persona normal, reacciona espantado y de forma negativa a tal propuesta. Marta a su vez, tratando de ayudar a su hermano y cuñada, quién conocía a mi mamá y a mi papá no sólo del kindergarten donde iba mi hermano y su hija, sino también porque su hermano Ralf jugaba al handball en el mismo club alemán con mi papá y mi tío, fue a la casa de ellos a pedirles si alguno podría donar sangre a su cuñada que se encontraba en terapia intensiva. Ahí le cuenta toda la historia a mi mamá, inclusive la parte de la tía Anita que propuso ir a adoptar a esa nena ya que la otra había muerto, y la reacción de su hermano Ralf. El mismo día o al día siguiente, Marta recibe un llamado de mi mamá quien muestra interés por esa nena que está siendo dada en adopción, o sea yo.</p><p>Mi mamá le cuenta que estaba ya anotada en la cola de adopción esperando a que le den una nena, y que ya habían pasado 3 años y todavía nada, así que le pidió el contacto del médico que tenía esta beba que estaba esperando ser adoptada. Marta le da el número de teléfono y no piensa más en el asunto, hasta que el día siguiente pasa por la casa de mis padres y para su gran sorpresa, me encuentra a mí, bien envuelta como un paquete. Ahí le cuenta mi mamá, que me habían ido a buscar la noche anterior, con mi papá y mi hermano. Aparentemente hablaron por la noche con el médico y a eso de la medianoche fueron en auto a buscarme a la dirección del médico, que era una clínica privada. Volvieron lo más rápido posible a casa, sabiendo que estaban haciendo algo ilegal, y conscientes de que habían violado el toque de queda del momento. Mi mamá cuenta estar muerta de miedo de que alguien los siguiese y les quitaran a la beba. Al día siguiente me llevó al pediatra, y aparte me tenía que ir a comprar ropa. Todo había pasado tan rápido que no estaban preparados para mi llegada. </p><p>Marta no sabía nada más que eso. Me había esperado durante 41 años para contarme todo lo que se acordaba. Inclusive me preguntó varias veces si mi mamá y papá no me habían contado cómo fue todo, y cuando le respondí que ninguno me quería contar nada, se espantó, horrorizada de tanta crueldad. “ Y cómo vas a cerrar esa herida si no sabes tu verdad?” , exclamó con dolor. Marta entendió todo. Guardó un pedacito de mi historia y me esperó, consciente o inconscientemente sabiendo que algún día yo le preguntaría y ella podría cumplir con su parte, la de pasar la información a su destinatario. Que la verdad no desaparezca, que yo pudiera sanar.</p><p>Algo que era tan claro para ella, pero que mi familia me negó todo el tiempo. </p><p>Una pregunta que surge de vez en cuando, cuando con la mejor intención, gente que creció sabiendo su origen biológico me cuestiona: ¿Porque necesito saber? ¿Si ya soy quién soy? Qué importa lo que pasó en el momento de mi nacimiento? ¿Qué importa las razones por las cuales mi familia biológica no me pudo criar? ¿Qué tiene que ver conmigo las razones por las cuales mi madre biológica me entregó a extraños? Lo importante es el aquí y ahora, el amor que me rodea, la vida que creé. </p><p>Voy a tratar de explicarlo, a ver si puedo ponerle un poco más de claridad al asunto.</p><p>Seguramente alguna vez en la vida, han estado enamorados. Sintieron el corazón abierto, ensanchado, frágil, vulnerable y entregado. Y era imposible no amar. Esa persona se convirtió en el centro del universo. Así cómo sucede en las canciones de amor. Sintieron un hogar en esa persona, se sintieron a salvo, vistos, cómo si esa persona confirmase nuestra existencia.</p><p>Pero un día, de la nada, en medio de esa vulnerabilidad, la persona que tiene nuestro corazoncito en sus manos, de repente, nos rechaza. Dice, o actúa de una forma en la que demuestra que ese amor no es recíproco. Nos deja. Se va, desaparece, sin realmente explicar nada.</p><p>Es entonces, que muy posiblemente, nuestra mente, tratando de entender que fue lo que pasó, para prevenir que vuelva a pasar otra vez, que se nos vuelva a abandonar o rechazar, para evitar la sensación de engaño, o la falta de control e impotencia, tal vez inclusive la vergüenza de haberse creído amada, empieza a crear teorías o historias sobre lo que sucedió o la razón por la cuál sucedió. Algo que explique el comportamiento del otro, algo que prediga ese comportamiento en otro en el futuro.</p><p>Ahora traduzcamos esa historia de enamoramiento que tanto nos lastimó a un hecho tan fuerte como es el que aquellos que supuestamente deberían de habernos cuidado y protegido y amado más que nadie en el mundo, en vez nos entregaron a extraños. Y nunca sabemos porqué, ni que fue lo que realmente pasó.</p><p>La mente empieza a crear una narrativa con la información que tiene para entender. Una narrativa que al mismo tiempo se convierte en nuestra identidad. “Esto me sucedió a mí, porque yo soy de esta forma. Me abandonaron, me vendieron, me maltrataron, porque no tengo valor". O sea: "Yo no tengo valor, por eso se me abandona, se me maltrata”. </p><p>La realidad deja de existir fuera de nosotros y es sólamente una historia que nos contamos internamente, que recreamos. Una realidad que nos confirma lo que creemos, que nos lastima, que nos abandona. Y en esa realidad, en esa burbuja en la que vivimos, hacemos lo que podemos, sin poder liberarnos de ese primer mensaje. Nos defendemos de ese dolor, de una herida que sangra constantemente y así desarrollamos variados e inteligentes mecanismos de supervivencia. </p><p>Abandonar antes que nos abandonen, no dejar que nadie se nos acerque demasiado, para que nadie vea esa verdad de la que estamos huyendo, encontrar gente que nos ame un poquito, pero que no nos de la seguridad que necesitamos para poder realmente relajarnos y confiar, porque ya aprendimos que relajarse, es ser vulnerable y eso, no se va a volver a repetir.</p><p>El hecho de que se nos entregó por razones ajenas a nosotros, no tiene lugar en ningún rincón de esta narrativa. La mente nos dice: “¿Cómo es posible entregar a tu propia hija? ¿Cómo es posible maltratar a una niña? Algo malo tuvo que haber hecho. Esa niña tiene que ser producto de algo horrible, tan horrible que la madre la entrega y nunca más quiere saber de ella, tanto, que la quiere olvidar”.</p><p>Pero la verdad de la realidad, es mucho más profunda y compleja que eso. Y es por eso que es tan necesaria. Es verdad que en la mayoría de los casos, las madres no podían quedarse con sus hijos y por eso los entregaron, pero en esas historias únicas, hay mucho más que tiene que ver con el contexto, con la realidad en la que vivían, con injusticias sociales, inclusive con la situación política del momento. Lo que buscamos, cuando buscamos el relato tan complejo de cómo todo sucedió, es redención. Es entender por qué. Es comprender, que esto no fue personal, aunque nos haya pasado a nosotros, aunque afectó totalmente el curso de nuestras vidas, no se trataba de nada que hubiésemos hecho. Esto no fue nuestra culpa. No lo causamos, no lo controlamos, ni lo pudimos cambiar. Triste como todo fue, la época que nos tocó vivir, la realidad y el contexto en el que llegamos al mundo, nada de eso se trataba de nosotros. Buscamos entender, y liberarnos finalmente de un peso que no nos corresponde. Y después si, llorar, o gritar o de alguna forma canalizar ese dolor, porque lo que dolió, dolió. Esa niñita, ese niñito, cómo todos los niños del mundo, sólo quería ser amado y no podía entender que hizo para merecerse ese trato. Una vez liberados, podemos empezar realmente a sanar, dejar ir, inclusive perdonar, pero todo a su debido tiempo. </p><p><br> Así que, gracias Marta por tu valentía, por tu humanidad, por tu paciencia y tu cuidado hacia mi alma. Gracias por al menos preservar un pedacito de mi historia. Siempre digo que los héroes más lindos, son aquellos que lo son sin saberlo. </p><p>Marta, vos uno de ellos.</p>
September 21, 2024
<div>Las relaciones amorosas son un reflejo del modelo de apego con el que nos relacionamos. Y cómo comenté antes, este modelo se basa en la forma en la que nuestros padres, o aquellos que nos criaron nos mostraron o enseñaron a relacionarnos con ellos. Por eso, antes que nada, es importante poner en contexto mi relato. También importante es recordar que esta es mi experiencia y no la verdad absoluta. Y a pesar de que he compartido historias con otras personas adoptadas, encontrando muchos puntos en común en su relato con el mío, reitero, este es sólo el mío. Mi relato, mi historia..</div><div><br> </div><div>Este me resulta un tema sensible y se me hace difícil saber por dónde empezar. </div><div>Tal vez puedo comenzar por la misma pregunta: ¿Cómo le cayó todo esto a mi pareja? Esta pregunta, generalmente me la hacen las parejas de gente adoptada. Preocupados por saber de qué forma podrían ayudar, o de qué forma podrían contribuir a que la persona que aman sane una herida tan profunda, muestran enorme interés por saber cómo lo manejó la mía en su momento.</div><div>¿Pudo acaso soportar mi doloroso proceso de búsqueda? ¿Estuvo ahí para apoyarme en todo? ¿Y qué pasó con el amor y el romance en medio de una tarea tan profunda de sanación?</div><div><br> </div><div>Voy a hacer el intento de ser lo más justa y parcial posible, por respeto a todo el apoyo y amor que recibí en su momento que sinceramente, no fue poco.</div><div><br> </div><div>Quién fue mi pareja de muchos años, y quién me acompañó en la mayor parte de esta búsqueda es a quién en capítulos anteriores he llamado Juan. La relación se terminó a principios del 2019 de forma muy abrupta y traumática, pero durante los primeros 10 años de esos 13 que estuvimos juntos, fue la relación más linda y saludable que tuve en mi vida. Juan fue quién insistió desde un principio que tenía que buscar mis raíces. Él veía ese vacío dentro mío y tal vez porque inconscientemente pensaba, tal como lo hacen muchas parejas de gente adoptada, que de yo encontrar mi origen biológico, mis heridas sanarían y yo le podría dar todo el amor que él estaba necesitando, me apoyaba para que yo tomase los pasos necesarios en mi búsqueda. </div><div>Él fue quién siempre dijo que no importaba si yo era hija de desaparecidos o no, que había ocurrido una tragedia al comienzo de mi vida independientemente de quiénes fueran mis progenitores. Cosa que a mi me tomó mucho tiempo entender, dado que en mi imaginario, mi mamá me entregó y se deshizo de mi porque era yo una inconveniencia en su vida, pero de haber sido hija de desaparecidos, el mensaje que la realidad me transmitía era exactamente el contrario.</div><div>Para Juan era claro que una madre en la mayoría de los casos, no quiere dejar ir a su bebé, que tienen que ser circunstancias muy complicadas para que eso suceda.</div><div>Él realmente se involucró en la búsqueda, viajó conmigo a Argentina, me acompañó a la embajada argentina en Estocolmo a dejar el ADN, estuvo a mi lado cuando recibí el resultado. Aprendió a acariciarme la cabeza cuando tenía ataques de pánico y compró una máquina de hacer smoothies cuando por la ansiedad que me generó la búsqueda, dejé de poder tragar comida sólida y sólo podía ingerir líquidos. <br> Juan era mi mejor amigo. Era de esas parejas que ayudan en todo lo que pueden. Desde la logística de comprar los pasajes a Argentina, hasta aguantarse los comentarios dañinos de mi familia y defenderme cuando veía que yo ya ni reaccionaba. En lo que va del documental él, Simon y yo éramos un equipo. Cada uno tenía su rol. Entre los tres íbamos avanzando lento pero seguro. </div><div>Pero cómo todo en la vida, las cosas tienen que tomar el curso que tienen que tomar y la ruptura de esta relación fue inevitable.Tal vez porque me conoció a los 20 y era hora de buscar otros horizontes, o tal vez porque la búsqueda era como una nube negra que lo teñía todo y terminó consumiendo el amor que tenía por mi. Me acuerdo que en octubre del 2015, después de que me habían llamado de la embajada argentina en Suecia para que dejase el ADN, noté que su amor por mi fue desapareciendo lentamente. Yo me desesperaba, pero lo entendía. Dentro mío una voz me decía: “¿Y quién querría estar con alguien como yo? ¿Con este bagage, con tanto trauma, con este constante cansancio?”. Por supuesto que yo intentaba compensar a su vez yendo a todas las terapias posibles, para delegar la necesidad de apoyo y consuelo en mis grupos de autoayuda, y que no todo recayese en él. Trataba de tener una actitud positiva, de darle espacio a él para que mi búsqueda no tomase todo el espacio en nuestra relación, y más que nada, nunca realmente contarle todo lo que me estaba pasando por dentro para no abrumarlo. Mi prioridad número uno, era protegerlo lo más que pudiese de lo que me estaba pasando por dentro, para que él no se cansase y me dejase. Si, ya sé, suena muy tóxico y autodestructivo, pero no olviden lo que ya conté. La codependencia de los adoptados hacia nuestras parejas es yo diría nuestra marca registrada. Las separaciones no son lo nuestro. Y que nos dejen aún menos.</div><div><br> </div><div>Muchas veces, el comentario que recibía de las personas que sabían de mi búsqueda podía ser algo así como: “Que suerte que tenés a Juan!” Lo cuál hacía que yo me desesperase aún más. Ese “que suerte que tenés” me indicaba que yo no lo merecía. Que las horas de esta relación estaban contadas. Casi como un: “Que suerte que te soporta! Yo no lo haría!”. Como si Juan me estuviera haciendo un favor, o un servicio al quedarse a mi lado.</div><div>Yo siempre le dije que la búsqueda también le pesaba a él, que debía buscar ayuda, ir a terapia, tener algún lugar donde hablar y buscar apoyo. Lo hizo durante un tiempo, pero nada tan serio, ni profundo. ¿Y cómo no le pesaría mi búsqueda? Ver mi dolor y ansiedad? Es importante recordar que somos seres humanos, que es normal sentir el uno con el otro, y que no tiene siquiera que tratarse de un gran amor para sentir empatía. Aunque en este caso sí lo fue, un gran, gran amor. Esto si que lo puedo decir con certeza: A quién nos acompaña en la búsqueda, también le está sucediendo esa búsqueda. Aunque estén de copilotos, van transitándolo a nuestro lado.</div><div><br> </div><div>Mirando para atrás, lo que más me dolió de cómo terminó todo no fue tanto el hecho de que él y una de mis mejores amigas y confidentes terminaran juntos y de que pasasen 6 meses antes de que alguno de lo dos me lo dijera, a pesar de que yo ya había terminado la relación. Sino que consciente o inconscientemente entre los dos trataron de culparme y convencerme de que el hecho de que no me lo dijeran era porque no pensaban que lo pudiera manejar. Que yo y mi búsqueda, y mis dolores, y mi pasado eran la razón por la cúal eligieron no decirme nada hasta mucho más tarde. Según su punto de vista, yo estaba enferma y ellos me hicieron el favor de mentirme. Y tal vez esto no hubiese sido tan destructivo, si no hubiese sido por el hecho de que yo les creí. Yo era el problema, yo era la que cargaba a la gente. Una verdad que realmente resonaba conmigo desde el comienzo de mi vida. Los fantasmas que me dejó mi historia estaban siendo confirmados por las dos personas que más me conocían. Mis miedos más profundos se presentaron de forma perfecta ante mi. O sea, se juntaron el hambre y las ganas de comer, la tormenta perfecta. </div><div>Es imposible separar los patrones relacionales de nuestra infancia, de cómo nos relacionamos ya siendo adultos. Con esa misma identidad, esa que me dice que soy una carga para otros, de la cual me estoy tratando de alejar desde hace tanto tiempo, entré a mi próxima relación.Y por supuesto el resultado fue muy parecido. Con él traté de esconderlo todo, y siempre se quejaba de que no le compartía nada. Pero apenas le compartía algo le parecía tan abrumante todo que se desesperaba. Después usaba lo que le había dicho en mi contra para culparme de los problemas que teníamos. Y yo le creía, porque estaba nuevamente confirmándome una verdad mía que ya habitaba en mí desde hacía tanto tiempo. </div><div><br> </div><div>Las relaciones amorosas son el reflejo de la imagen que proyecta nuestro espejo interior. Nos vemos a nosotros mismos con los ojos de nuestro niño interior, que se cuenta una historia todos los días sobre que es lo que merece recibir. </div><div>Se suele decir que el amor verdadero nace de dejarse ver tal cuál uno es y ser aceptada en las fortalezas y debilidades. Tener el coraje de mostrarse vulnerable al otro y dejar ver los defectos y virtudes. Que el amor verdadero viene de amarse a una misma primero. Que una tiene que estar entera, y después dejar entrar al otro. Que hay que estar sana, haber integrado cada parte y perdonado cada oscuridad, para poder amar y dejarse amar. Lo cual tiene sentido. </div><div>¿Seré entonces un caso perdido? Y las relaciones amorosas no son lo mío?</div><div><br> </div><div>Volviendo entonces a la pregunta original: “¿Cómo afectó esto a mi relación? Tal vez la pregunta más acertada es, de que forma esto me afectó a mi. </div><div>En la vida muchas veces transité por lugares de dolor y pérdida. Después de la pérdida de mi relación con Juan en particular, por la culpa que me quedó, decidí callarme, aislarme y no contar mucho con nadie. No esperar de mi pareja eso de lo que todos hablan que hay que esperar de una pareja. Aprendí a huir y no estar presente emocionalmente, en lo posible, nunca más confiar o tener que depender de alguien. </div><div>Tal como lo diría mi psicóloga, gracias a cómo terminó esta relación, se terminó de confirmar lo que yo siempre creí de mi misma, que soy una molestia.</div><div>Si desde chica aprendí a proteger a mi familia de mi dolor, porque nunca lo pudieron manejar, porque los adultos que me rodeaban tenían la madurez de pequeños infantes, si entendí desde hace tanto tiempo que la mejor forma de evitar que me dejen es vivir una doble vida, donde en las relaciones cercanas lo único que muestro es un dolor organizado y manejable, minimizando el desastre, si se confirmó tantas veces que cuando quemen las papas, voy a estar solita con un matafuegos, mi mejor solución fue la soledad y el silencio, también conocidos como disociación.</div><div><br> </div><div>Como ya dije antes, mi historia es sólo mía, y porque esta sea la forma en la que me he relacionado con mis parejas, no quiere decir que todos los adoptados nos relacionamos de esa manera. O que esta sea la forma en que me relacione para siempre. Todo cambia, inclusive mi trauma.</div><div><br> </div><div>Cada tanto, me encuentro explicándole a amigos y amigas que están en pareja con una persona adoptada, que es ese vacío y dolor que ven en sus ojos. Porque a veces nos mostramos tan necesitados de cumplidos, somos extremadamente leales, no dejamos ir, nos sentimos eternamente solas y solos, y nos cuesta horrores poner límites. O tal vez, porque huimos de las relaciones, no podemos comprometernos y evitamos a la gente y a la verdadera intimidad. Un día inclusive me encontré a mi misma diciéndole a un amigo cuyo corazón fue roto por su entonces novia adoptada, y que en esa ruptura se comportó de forma muy extraña, algo como “¿No te digo? A los adoptados hay que evitarnos!”</div><div><br> </div><div>¿Estamos irremediablemente heridos, y por lo tanto deberíamos ser evitados?</div><div>Este tipo de pensamiento puede ser una gran trampa: creer que a menos que estemos perfectamente sanados, no somos dignos de amor. El amor no siempre espera la perfección. Florece en la imperfección, en las partes desordenadas de nosotros que aún están sanando. Tal vez una esté luchando con la idea de que se es "demasiado" o "no suficiente", pero eso no significa que no merezcamos amor. Todos merecemos amor, incluso mientras estamos en el proceso de sanación.</div><div><br> </div><div>Asi que no. No hay que evitarnos. Pero por ahi es bueno tratar de entender, que ciertas cosas nos cuestan más que a otros. Y que llevar una herida tan grande, como cualquier otra herida humana, demanda un poco de paciencia. Y sobre todo, que la terapia ayuda. Ese vacío, nadie lo puede curar, más que nosotros mismos. No nos pueden salvar, pero sí nos pueden abrazar y estar a nuestro lado, aunque nunca entiendan que es lo que realmente nos está pasando. Y claro está, el trauma de la adopción no es una excusa para justificar ningún tipo de maltrato, sino una explicación para que entiendan de donde vienen las cosas.</div><div><br> </div><div>Yo por mi parte seguiré intentando encontrar un camino nuevo y dejar de avergonzarme por mis heridas y debilidades. Conocerme, reconocerme, estudiarme y aceptarme.</div><div>Me niego a rendirme ante el mensaje interno que me trata de convencer que no nací para ser amada. Que eso existe para otra gente. Un día por vez, un mensaje mucho más hermoso va a ir ganando terreno en mi.</div><div>Y al fin y al cabo, lo que no me mata me fortalece…..aunque me cueste interminables horas de terapia.</div><div><br> <br> </div>
June 15, 2024
<div>La familia que nos adopta es nuestro mundo. En ese mundo vivimos, respiramos, crecemos. Son nuestra referencia, nuestro punto de partida, nuestro hogar. No hay forma de que lo que haga nuestra familia adoptiva no nos influya. Por supuesto que hay que tener en cuenta que todas las familias son diferentes, todas las personas adoptadas son diferentes, todas las situaciones en la que se dió la adopción son diferentes y todas las formas de relacionarse son diferentes. Es difícil generalizar y simplemente decir que si las cosas se hubiesen dado de una forma o de otra, el trauma automáticamente hubiese disminuído. pero lo que descubrí en mi caso, y por lo que otros me contaron, la forma en la que a una la trata la familia que a una la adoptó va a reforzar o sanar el trauma de que: “A mi me abandonaron porque hay algo defectuoso inherente en mí” también conocido como esa voz interna que como disco rallado dice: “Obviamente nací para ser abandonada y rechazada. Ese es mi destino, esa es quién soy”. Esas voces internalizadas, esas creencias vinieron de algún lugar. No es algo que a los niños simplemente se les ocurre creer. No es algo que eligen. </div><div><br> </div><div>En el 2020, plena pandemia, me encontraba yo luchando contra mis demonios: Mi codependencia, mi inhabilidad de poner límites, mi inhabilidad de cortar con la relación tóxica en la que me encontraba que tan claramente me hacía mal, y mi apego obsesivo hacia una persona con quién realmente no debería estar.</div><div><br> </div><div>A pesar de todos los años de terapia, todos los libros leídos y todas las reuniones de doce pasos, había algo que yo todavía no había entendido. Cómo podía ser que a pesar de todo el conocimiento, de toda esa claridad mental todavía seguía repitiendo los mismos patrones relacionales? ¿Podía realmente ser que el comienzo de mi vida me había marcado mucho más de lo que yo había entendido?</div><div><br> </div><div>En el 2021, decidí averiguarlo de una vez por todas cuando descubrí que en Suecia se ofrecían sesiones de terapia online gratis para gente adoptada. Y esto sucedía muy probablemente como consecuencia de los datos que salieron a la luz sobre el robo sistemático de bebés en Chile en la década de los '70 y los '80 y la venta de los mismos a países del primer mundo. Países como por ejemplo Suecia, a dónde se estima llegaron alrededor de 2200.</div><div><br> </div><div>La terapeuta que me atendió me preguntó si ya había ido a terapia y de qué forma necesitaba ayuda. Yo fui directo al grano, le dije que iba a terapia desde los 17 años, pero sentía que necesitaba información sobre cómo me afectó la adopción y sobre todo, si este trauma se podría haber curado o al menos se hubiese aminorado con la familia que me adoptó. Me pidió que le describiese un poco cómo fue crecer con mi familia, y no le tomó mucho tiempo confirmarme, que más allá de mi adopción, mis padres adoptivos y la forma en la que se manejaron con el hecho de que mi hermano y yo no éramos sus hijos biológicos, hicieron que el trauma inicial a no pertenecer a su mismo clan genético se potenciase muchísimo más.</div><div><br> </div><div>Antes de contar la siguiente historia, voy a hacer un paréntesis. Tener hijos no es fácil. Lo he visto en mis amiguos y amigas. Es el amor más grande y la demanda más grande. Es la relación más hermosa y más molesta. Más energizante y drenante. Y por lo que puedo observar, la fragilidad más grande que se puede experimentar. Como dijo mi amigo el otro día: “Es como si tu corazón de repente estuviese fuera de tu cuerpo”. Por eso siempre miré a la gente que decide tener hijos con mucha admiración. </div><div><br> Volviendo al tema entonces voy a tomar de referente a mi propia mamá, que es lo que tengo. Cuando murió en el 2013, yo sentí que moría una parte de m'i. Estuve junto a su lado hasta que tomó su último aliento. Ella que tanto miedo le tenía a todo, no debería estar sola en un momento de tanta incertidumbre. Después de su muerte mucha gente se me acercó diciéndome cuánto nos amaba, a mí y a mi hermano. “Se desvivía por ustedes” me dijeron. Yo sonreía y afirmaba: “Si, mi mamá nos dio todo”. Y por dentro pensaba, cómo es que nadie nunca vió lo que pasaba en casa? Durante muchísimos años pensé que yo estaba loca y que me lo había imaginado todo. O que en realidad el problema siempre fue que soy muy sensible y que todo me afecta. Que su comportamiento era normal, de madre estresada por ser madre. Que mi hermano y yo éramos insufribles, por eso siempre estaba irritada con nosotros. Que si hubiésemos sido mejores hijos, ella se hubiese sentido mejor. O al menos si yo hubiese sido mejor hija. Si no le demandaba nada, si me portaba bien, si no hacía barullo, si la entendía y escuchaba, si no reaccionaba al abuso, a la falta de límites con mi cuerpo, si no reaccionaba a sus comentarios dañinos, a sus golpes. Si yo simplemente dejase de existir, tal vez entonces ella se sentiría más tranquila y no le pesaría tanto ser madre. </div><div><br> A terapia empecé a ir a los 17 años. Yo pedí de ir a terapia porque sentía una gran pesadez en el alma, algo que muchísimos años más tarde diagnosticaron como síndrome de estrés post traumático complejo. </div><div>Para los que no saben, este se diferencia del síndrome de estrés post traumático, ya que es una afección que puede desarrollarse después de que una persona experimenta acontecimientos traumáticos prolongados y repetidos, como por ejemplo abuso sexual, emocional y psicológico prolongado, con la negligencia agravada durante la infancia, víctimas de secuestro, situaciones de acoso constante, esclavitud, explotación laboral, prisioneros de guerra, supervivientes de campos de concentración, desertores de cultos u organizaciones en forma de cultos; entre otras cosas. </div><div>En cambio el síndrome post traumático se desarrolla tras experimentar o ver algún evento traumático. O sea, es la repetición de esos acontecimientos lo que lo hace complejo y el que desarrolle en las personas una serie de mecanismos de sobrevivencia que se diferencian del no complejo.</div><div>Mecanismos de sobrevivencia como por ejemplo:</div><div>Dificultades para regular las emociones, ideación suicida, furia explosiva o extremadamente inhibida; amnesia selectiva, disociación, sentimientos crónicos de impotencia, vergüenza, culpa o estigma; aceptar la forma de pensar, los valores y la forma de racionalizar del agresor; aislamiento, desconfianza crónica, enfado y hostilidad hacia los demás; búsqueda repetida de un salvador, falta de relaciones íntimas e incapacidad para autoprotegerse; falta de fe o sentimientos de desamparo, impotencia, desesperanza y desesperación; y pérdida del sentimiento de realidad acompañado por sentimientos de terror y confusión.</div><div><br> </div><div>En esas sesiones de terapia especializadas en el tema de la adopción, la terapeuta también me mencionó algo de lo que ya había escuchado hablar varias veces, pero nunca me había animado a adentrar, por miedo a lo que iba a encontrar. La teoría del apego.</div><div>Esta teoría describe la dinámica de largo plazo de las relaciones entre los seres humanos. Esta teoría propone también que los niños se apegan instintivamente a quien cuida de ellos, con el fin de sobrevivir, incluyendo el desarrollo físico, social y emocional. La meta biológica es la supervivencia, y la meta psicológica es la seguridad. Dependiendo de cómo los cuidadores se relacionen con los niños, estos desarrollarán distintos patrones de apego como por ejemplo el apego seguro, apego inseguro-evitativo, apego inseguro-ambivalente y también el apego desorganizado. Este patrón será el molde relacional del cual la persona luego se basará para relacionarse en la vida. </div><div>En el caso de las personas con síndrome de estrés post traumático complejo, en general, se puede observar el desarrollo del patrón de apego inseguro o desorganizado.</div><div>Ese patrón se caracteriza por, por ejemplo, el deseo y necesidad de conexión y de intimidad, pero al mismo tiempo la incapacidad de poder recibir afecto, y la constante desconfianza.</div><div>La terapeuta me recomendó leer varios libros sobre la teoría del apego y lo hice. Porque el primer paso a la sanación es entender cuál es el problema, dónde está la herida. Concientizarse del camino recorrido y las secuelas que dejó para entender que parte de una hay que abrazar, que pedacito hay que integrar, y que vergüenza hay que romper.</div><div><br> </div><div>Acá viene una de esas verguenzas.</div><div>En el colegio secundario alemán a donde fui, en ese contexto racista normalizado post segunda guerra mundial del cuál ya hablé y en el que más que claro está, seguía rigiendo la ideología del colonialismo europeo que tanto marcó a todo el mundo, sin ninguna impunidad, pasó lo siguiente. </div><div>Cuando tenía 14 años los alumnos de los años superiores a mí, me empezaron a llamar “Berta” por el color de mi piel. Este nombre, al menos entonces, era un nombre con el que se referían a las empleadas domésticas. La idea era dejar bien en claro que yo era inferior. Que no pertenecía ahí. Que lo veían, que no me podía escapar. Que yo valía menos que todos los otros. </div><div>Cada día era una tortura. Por las noches lloraba deseando no tener que despertarme al otro día, y durante los días hacía de cuenta que nada de esto pasaba, me desasociaba de la realidad y sonreía como si nada. Porque nunca podría quejarme, ni protestar, porque dado que desde casa y desde muy chica, ya me habían dejado en claro, que mis genes eran defectuosos, que venían de gente pobre o gente de la villa, que según sus creencias racistas, era gente de menor valor, el desprecio de los otros alumnos era justificado. </div><div>Y yo les creía. Esa verdad, como ya conté antes, ya estaba internalizada. Mi alma lloraba por dentro y por fuera cargaba con las creencias racistas de los que me rodeaban, de ser un ser humano de menor valor. </div><div><br> Pero no fue hasta el 2008, cuando entré al programa de doce pasos para niños adultos de familias disfuncionales que empecé a entender el daño que me habían causado. De a poco fui rompiendo la negación de que mi familia era amorosa, y fui aceptando que mi familia estaba rota desde el comienzo. De a poco fui creyendo mi verdad, y recuperándome de la depresión que sufrí en el 2009, cuando ya no pude más y lo único que quería era morir. </div><div><br> Esta discriminación que yo sufrí de hecho es muy común. No hace falta llegar al extremo de crecer en la sociedad alemana-argentina de post guerra para que estas historias se repitan. El mundo está como está. De a poquito, algún día, irá cambiando. </div><div>Lo que tiene de particular mi historia, es el hecho de que crecí afuera de mi tribu biológica. De mis colores, de mi fisionomía. De que la familia que me crió, sobre todo mi mamá no podía manejar el hecho que no me pareciese a ella. Quién sabe, talvez si me hubiese parecido a ella, hubiese encontrado otras razones para agredirme. Nunca lo sabremos. </div><div><br> </div><div>Ella me podía decir cosas como: ”Vos podes creer, yo tenía un nene de tres años y encima una recién nacida.” A veces se olvidaba que yo no era su amiga, que era su hija, y que en este caso estaba hablando de mí. Esa vez en particular mi respuesta fue: ”Y quién te obligó a adoptar una más? Vos sola te complicaste la vida! No hubieses adoptado”. Yo ya tenía treinta y pico cuando pasó esto. Y no fue la última vez. Otra vez que recuerdo fue cuando hablando por teléfono me confesó todo lo que hubiese hecho de su vida si no hubiese tenido hijos, y también para rematar las innumerables veces que me dijo: ”No te quedes embarazada, no te cagues la vida”.</div><div>Por eso cuando la gente después de su muerte me comentaba del amor que tenía por nosotros, yo sólo sonreía y asentía. </div><div>Si, nos amó. Seguro hizo lo que pudo. Así como todos hacemos lo que podemos siempre. </div><div>Pero para responder la pregunta inicial, si. La forma en que te trate la familia que te adopta va a ser crucial en el proceso de sanación. En mi caso particular, creo que mi mamá estuvo decepcionada conmigo desde el día que me fue a buscar al médico, porque me lo recordó toda su vida: “El médico nos dijo que había una bebe hermosa y rubia para buscar, y cuando fuimos eras vos, eras tan fea. Bordó eras, y sin pelos siquiera”. Lo cuál fue confirmado por mi tía que me contó la historia de que unos días después de comprarme, mi mamá fue mostrarme a lo de la vecina preguntando: “No es muy negrita?”.</div><div><br> </div><div>El aprender a amarse es esencial para curar las heridas. Todo el mundo lo dice, todos me recuerdan que soy yo la única que lo puede hacer, que yo me puedo liberar del trauma de mi adopción y de mi familia adoptiva. </div><div>Yo estoy de acuerdo. El amor tiene que venir desde adentro, para no, por ejemplo, repetir los patrones de la infancia en las relaciones actuales. La llave, por suerte, sigue estando en mis manos. Pero me toca trabajar duro y parejo. Las experiencias durante la primera infancia tienen un papel esencial en la <a href="https://blogs.iadb.org/desarrollo-infantil/2015/08/31/cerebro-infantil/">arquitectura cerebral</a>. El estar expuesta a situaciones de violencia o de <a href="http://developingchild.harvard.edu/resources/el-impacto-de-la-adversidad-temprana-en-el-desarrollo-de-los-ninos/">adversidad</a> durante los primeros años de mi vida influyó en la estructura de las conexiones neuronales de mi cerebro. Mi cerebro de niña que tanto quería que la amen y le digan lo linda que era con sus colorcitos y orgullosos anunciasen: “Esta es mi hija”.</div><div><br> </div><div>Nota para aquellos que quieran adoptar: Los niños sienten la verdad que ustedes creen sobre su origen. Sobre su valor, sobre la circunstancia de su adopción. Lo que ustedes crean de ellos, ellos creerán de sí mismos. Lo que ustedes les digan, ellos se dirán a sí mismos. Cómo las plantitas. Si las riegan y les dicen cosas lindas, crecen sanas y fuertes. </div><div><br> </div><div>Nota para los adoptados: La identidad es propiedad propia. Nos lo debemos a nosotros mismos aceptarnos e integrar todas las partes de nuestra identidad. No importa la historia que nos cuenten, ni las creencias que proyectan en nuestro ser. Somos, al igual que el resto del mundo seres dignos de amor, infinitos y únicos. </div><div><br> </div><div>Y por lo que va de mí, a veces me doy el lujo de la fantasía de pensar que en algún lugar de este mundo, alguien se parece a mí. Alguien no me ve extraña, alguien me reconoce como parte de su tribu. Y yo de forma inexplicable siento de repente que al menos una parte de mí pertenece a algo. Una parte de mí encontró su hogar.</div><div>Y por fín, puedo sentir la tierra bajo mis pies.</div><div><br> </div>
Pod Engine is not affiliated with, endorsed by, or officially connected with any of the podcasts displayed on this platform. We operate independently as a podcast discovery and analytics service.
All podcast artwork, thumbnails, and content displayed on this page are the property of their respective owners and are protected by applicable copyright laws. This includes, but is not limited to, podcast cover art, episode artwork, show descriptions, episode titles, transcripts, audio snippets, and any other content originating from the podcast creators or their licensors.
We display this content under fair use principles and/or implied license for the purpose of podcast discovery, information, and commentary. We make no claim of ownership over any podcast content, artwork, or related materials shown on this platform. All trademarks, service marks, and trade names are the property of their respective owners.
While we strive to ensure all content usage is properly authorized, if you are a rights holder and believe your content is being used inappropriately or without proper authorization, please contact us immediately at [email protected] for prompt review and appropriate action, which may include content removal or proper attribution.
By accessing and using this platform, you acknowledge and agree to respect all applicable copyright laws and intellectual property rights of content owners. Any unauthorized reproduction, distribution, or commercial use of the content displayed on this platform is strictly prohibited.